1/29/2009

Relatos imberbes: Encuentros felinos



Fue el último en llegar a la fiesta. Era un hombre de mediana edad, cabello corto negro azabache como sus ojos. Vestía con elegancia. Algo sinuoso había en él. No era un hombre que pudiera pasar desapercibido. Vino solo. Nadie lo conocía. Toda la noche estuvo sentado en una esquina al lado de la cascada de la piscina, desde allí podía ver lo que pasaba en la fiesta. Algo nos llamó la atención: el bulto que llevaba, un bolso masculino de cuero negro, que colgaba de su hombro derecho. No habíamos visto antes uno como ese. Nos hacíamos la misma pregunta: ¿qué llevaría en el bolso? Recuerdo que una de las compañeras dijo un chiste que logró sacarlo de su calmo magnetismo. Todavía no sé cómo pudo escucharnos. Hablábamos sobre la pantera que había estado merodeando por la zona y había atacado a varios animales domésticos en días pasados. “Lo mejor que uno puede hacer es estar cerca de alguien que sea lento. En caso de que la pantera ataque se va a entretener con él”, dijo Ivette. Todos nos reímos, pero, inconscientemente (o quizá no) comenzamos a buscar quienes eran mayores de edad o estaban un poco pasados de peso: nunca se sabía.

No hubo mayores sucesos en la fiesta: nadie vomitó, se cayó, o armo escándalo. Creo que la presencia del hombre misterioso fue suficiente para mantener la intriga. Nos entretuvimos en adivinar, a modo de broma, qué llevaba en el bolso: un kilo de coca, un bloque de marihuana, una pistola, un puñal, algún consolador... Una pregunta interrumpió nuestros devaneos: “¿Qué tal si la pantera no era un animal?” El felino había desaparecido inexplicablemente y las autoridades estaban a punto de cancelar la búsqueda. No pude evitar pensar en aquella película que había visto años atrás con Natasha Kinski, trataba sobre unos hermanos que eran panteras. La única forma de mantener su forma humana era apareándose entre ellos, sino debían atacar personas. “Cat People” creo que se llamaba. Miramos instintivamente al hombre, quien no mostró mayor sorpresa, sino más bien una languidez hipnótica. Todos coincidimos: se nos había hecho muy tarde (realmente no, eran las dos de la mañana y las fiestas siempre se acababan después de las cuatro). Nos fuimos retirando. Fui el último. Me despedí con mucha discreción, pero no pude evitar sentir cómo la mirada incisiva de aquel hombre me acompañó hasta que salí por la puerta principal.

Afuera, una luna redondamente radiante desgarraba la oscuridad que se posaba sobre todas las cosas. No sé si fue autosugestión, pero podría jurar que escuché un tenue gruñido, como de felino, que se aproximaba con celeridad. Apuré el paso. Estaba sólo y no había otra persona tras de mí que le entretuviera.

6 comentarios:

Fortunata dijo...

Inquietante....

Espero mas entregas.

Un abrazo

mentecato dijo...

Siempre bellas letras. Laberínticas y embriagantes.

Un abrazo, hermano mío.

Trini Reina dijo...

De la impresión, me muero.
Esa es la imagen del terror.

Un abrazo y bienhallado

Lila dijo...

Qué bueno volver a leerlo querido amigo, me alegra encontrar sus inquietantes cuentos... respóndame para saber si el protagonista y usted no son la misma persona. Un suave gruñido me preocuparía... por cierto, yo también vi la película...

Abrazos y saludos cariñosos.

✈єℓιzα™ τσdσs lσs Dεяεcнσs яεsεяvαdσs cσρчяιgнτ dijo...

No he venido a verte, las causas tu las conoces, pero aqui leo lo que pones despues de una larga ausencia, pero es que tenia que poner en orden mi mundo actual y por eso aunque sea tarde vengo a verte, gracias por ser una causa para sentirme feliz!!!

Un abrazo enorme y celestial desde mi alma!

Unknown dijo...

Espero poder leer mas ^_^